El otro día estaba en mi escondite secreto, ordenando mis juguetes cuando con mis súper orejas escuché que alguien pedía mi ayuda. Me puse mi disfraz de súper Emilia y por un agujerito salí a la calle y corrí por los trechos hasta encontrar al lorito. Era un loro viejito y estaba atrapado en un cable de teléfono y decía: «Súper Emilia, care hueo, ayuda». «Yo lo salvaré, señor lorito». Me trepé por el poste y valiéndome de mis súper sentidos encontré al lorito que estaba muy alto en el poste. Caminé por el cable, de puntillas y cuando estaba a punto de desatarlo apareció Emilio. «No se preocupe, lorito», dijo, «yo lo salvaré». Emilio dio un salto pero como es loco y tiene patotas redondas de cachorro se tropezó y quedó enredado junto al lorito. «Emilio», maullé enojada, «¿Qué estás haciendo en mi sueño?». «No sé», dijo Emilio, «parece que soy Súper Emilio». El enano y el pobre lorito se habían hecho un nudo en el cable y no se podían mover. Suspiré, me equilibré por el cable y los desaté. «Ay, que me caigo», maulló Emilio. Se había resbalado y agitaba sus patitas en el aire como loco. Lo alcancé a sujetar por el cogote y el lorito salió volando. «Gracias, Súper Emilia», dijo, «búscate un care hueo mejor ayudante». Moví la cabeza enojada y Emilio me dijo: «Lo siento, Emi, es que es mi primer día como súper héroe». «Bueno», le dije, «si quieres ser mi compañero vas a tener que practicar». «Nononono», dijo Emilio, «un perrito nos necesita». Como esto es un sueño, salimos volando. Yo volaba súper bien pero Emilio chocaba con árboles y postes como una abejita medio lesa. Volamos mucho rato hasta que encontramos al perrito. Era chico y estaba en medio de una gran avenida por donde pasaban vehículos. «No te preocupes, perrito», le dije yo, «Súper Emilia te rescatará». De repente, Emilio corrió entre los vehículos y para variar se quedó atrapado en medio del tráfico y se abrazó al perrito, muerto de miedo. «Ufff», dije yo. Con mis bigotes percibí la velocidad de los vehículos y tranquilamente atravesé la avenida. Entonces llevé al perrito y a Emilio a la vereda. Fue muy difícil porque Emilio no paraba de gritar «vehículo, vehículo» y a veces de puro disperso se tiraba al suelo para jugar. Al llegar a la vereda el perrito me dio un beso de nariz y se fue moviendo la cola. Emilio sacudió los bigotes y le dijo al perrito: «no te despediste de mi, amigo, yo soy súper Emilio». Lo persiguió para despedirse y cuando el perrito lo vio, salió corriendo y, por alguna razón, volvieron a quedar atrapados en medio de la avenida. «Ay», dije yo. Los volví a rescatar y me aseguré que el perrito se despidiera de Emilio para que el enano no lo saliera persiguiendo. El perrito se despidió de mi hermano a regañadientes pero igual Emilio se quedo contento. «Emilia», me dijo, «el perrito me admira mucho». «Sí, Emilio», dije yo. «Hay que seguir combatiendo el crimen», maulló Emilio. Y corrió a todo dar y de algún modo encontró a un perrito muy fino que según él necesitaba ayuda. El perrito estaba hecho de puros pompones y caminaba tin tin de puntillas y tenía una correa en el cuello que sujetaba un humano. «Están ahorcando al perrito», dijo Emilio. «Pero enano», le dije yo. Emilio no me escuchó y corrió donde el perrito esponjoso. Decidí no seguirlo para que aprendiera y lo esperé lavándome la cola. Cuando Emilio regresó estaba medio avergonzado. «¿Qué pasó, enano?», le pregunté. «Nada». «¿Cómo que nada?». «Es que el perrito tenía correa porque andaba de paseo». «¿Viste? Viste, que eres loco», le dije. «Sí, me dijo que era tonto». Emilio entonces se dio una vuelta de carnero y sin ninguna razón me mordió la cola y gritó: «Súper Emilios al rescate». Y entonces desperté. Había sido mi peor sueño de Súper Emilia porque todo había salido mal. Estaba muy enojada y salí de mi escondite secreto. Encontré a Emilio durmiendo sobre Olivia y lo desperté con la pata. «Oye, Emilio», le dije, «hasta que no aprendas a ser un súper héroe de verdad no te dejaré ser mi ayudante». Emilio se estiró bostezando y me dijo: «¿Qué, cómo, cuándo?». «Ya me escuchaste», le dije yo. Y regresé a mi escondite secreto a jugar con mis juguetes. Ojalá que Emilio aprenda tácticas súper heroicas o no lo vuelvo a invitar a mis sueños.